La tierra con sus cicatrices permanecen dispuestas en un ciclo superior al nuestro.
Nuestro paso en cambio es fugaz, terrible o gozosamente fugaz.
Porque nos creemos que dios nos entrega a esta prueba ineluctable, carente de sentido, nos emboscamos rebuscando en la memoria y en la culpa.
Incluso estas humanas torpezas ni siquiera rozan la memoria de la tierra.
Finalmente, nos vence el miedo a conocernos.
De las entidades naturales que vemos en nuestro terrenal camino, no sabemos qué conciencia tienen de sí mismas. Tampoco sabemos si la conciencia es una virtud, un don, o es un lastre que nos acompaña y desaparece con nosotros. Sólo pueblos antiguos, más trazados con la memoria de la tierra, confieren este don a cosas y seres que les acompañan en la vida. Esto les hace estar más enraizados.
La juventud siempre tiene razón aunque les falte; los viejos nunca, aunque nos sobre
Nuestro paso en cambio es fugaz, terrible o gozosamente fugaz.
Porque nos creemos que dios nos entrega a esta prueba ineluctable, carente de sentido, nos emboscamos rebuscando en la memoria y en la culpa.
Incluso estas humanas torpezas ni siquiera rozan la memoria de la tierra.
Finalmente, nos vence el miedo a conocernos.
De las entidades naturales que vemos en nuestro terrenal camino, no sabemos qué conciencia tienen de sí mismas. Tampoco sabemos si la conciencia es una virtud, un don, o es un lastre que nos acompaña y desaparece con nosotros. Sólo pueblos antiguos, más trazados con la memoria de la tierra, confieren este don a cosas y seres que les acompañan en la vida. Esto les hace estar más enraizados.
La juventud siempre tiene razón aunque les falte; los viejos nunca, aunque nos sobre