jueves, 24 de noviembre de 2011

La Sierra de Francia. Quilamas I (Arroyomuerto)

  
Entre Quil y Quilama
hay más oro y plata
que en toda España
Roble viejo en Castillo Viejo. La Peña de Francia, al fondo
Para subir al Castllo Viejo desde Sequeros llegamos primero hasta San Miguel del Robledo, antes Arroyomuerto, fatídico nombre para su más noble río. No sé por qué, ya que este arroyo no está muerto y ha tenido ilustres navegantes. Es el río de los Güelmos, luego de San Benito, cuando ya desemboca en el Francia a la altura del molino y puente de La Regajera, debajo mismo de Miranda del Castañar. No olvidemos tampoco que a más de el charco de los güelmos hay que añadir el no menos famoso charco labrao en La Umbría, solaz veraniego de la mocería sequereña en porretas y por donde Manolo el Roda bajaba con su barquilla de doble fondo, según nos cuenta la copla:

Por el charco labrao 
bajaba una barquilla.
Era Manolo el Roda 
con toda su cuadrilla

Bien, una vez en el pueblo, se toma el camino de Cargamancos (el antiguo asentamiento del pueblo) o también de la Iglesia, cuya advocación a la virgen del poblado mantiene y su fiesta grande el 31 de julio. Vean el camino que nosotros tomamos en dirección contraria a la que lleva la procesión (y no es por llevar la contraria). El pequeñito cabizbajo es el actual cura. Ya estaban cristianizados y aparece en el Madoz en el s. XIX como despoblado. Por lo común, las epidemias obligaban a trasladar el poblamiento de un lugar a otro no muy distante.
Procesión de la Virgen de Cargamancos
Nada más pasar la Iglesia empiezan los huertos, muchos ya casi reapropiados por el monte y su rey, el cochino javalí, que no descansa y que lleva años dándose festines a costa de las castañas que dejaron de recogerse. Me contaba el difunto Minuto (que murió ahorcado) que en invierno este cochino montaraz organizaba marchas triunfales, y reales,  por las calles del pueblo.
Estamos al pie del Codorro, cerro que alberga una antena de telecomunicaciones en su cima. No dejemos de verla, la antena. Después de pasar una alberca para el riego se abandona la pista y se toma un camino que sale por la izquierda entre paredones. Aquí se ven cerezos y castaños y el suelo ozado por los citados oportunistas. Ha habido fuegos en diversas ocasiones y su testimonio es patente en los viejos castaños, huecos y desconsolados.
En esta zona hubo bastante fruta, las castañas fueron el sustento de la economía local y de la alimentación, tanto humana como animal, antes de la llegada de la americana patata, el primer signo de la colonización inversa. Sin ir más lejos, el nombre de Sequeros hace referencia a la labor de secado de esta fruta.
Calbote
Al llegar al final de los huertos, donde empieza el monte fragoso, no queda más que ascender un repecho por una vereda pedregosa abierta entre pinos de repoblación primero y luego jaras, las cuales se irán aclarando a medida que se asciende. Este tramo exige apretar los machos, pero no mucho. Si se coge con tiento la vereda le llevará arriba en un "pis-pas". Véan la imagen siguiente.
Vista de Arroyomuerto, desde la pista quilameña
Felizmente estamos en la pista que viene desde La Palla de Garcibuey, aquí se contempla el pueblo mirando al S, el tajo del río Francia y La Orconera en el otro extremo de la Sierra de Francia (comarca).
El padre agustino César Morán nos relataba en su viaje en burro por estos y otros lares que el itinerario que la pista trae corresponde a una vieja calzada secundaria que vendría desde Béjar hasta Ciudad Rodrigo. Esta sierra que supone el primer frente orográfico está toda ella festoneada por picachos, unos cuarcíticos y otros pizarrosos como uñas del diablo salientes. La pista pasa por el conocido canchal del abanico, visible desde Villanueva del Conde y llega hasta el comedero de buitres donde los agentes del "miedo-ambiente" se encargan de echar animales muertos, magro bocado para los carroñeros. De esta guisa dejaron al pobre caballo errado/herrado (véanlo):

Inés ya no pudo con el pellejo
Sin dejar los altos se llega hasta el Codorro y las Quilamas. Por pista, atrás Codorro y a nuestra izquierda, se podría ir bajando plácidamente hasta el pueblo de Cilleros, que se ve al N, y  a La Bastida, no lejos de éste (y que no se ve) patria que es del decano tamborilero Ismael, el lutier de mi primera gaita, fechada en 1981. Ambos pueblos con sus valles son las cabeceras de los ríos Huebra y Yeltes, afluentes del Tormes, que cruzan todo el Campo Charro, al fondo, mirando a poniente. Bien puede decirse que son las fuentes de La Charrería

Seguimos andando por la planicie pelada, puente hidrgráfico entre el Duero y el Tajo. Es la llamada media fanega "deleitoso y apacible campo, puesto allí para alivio de caminantes" en palabras del Padre Morán, y llegamos hasta Las Corchas, otro viejo asentamiento humano, anterior a las poblaciones que hoy conocemos. Allí se halla un pequeño refugio forestal (cerrado) y una fuente abrevadero por debajo de él. Aún más abajo recuerdo mi sorpresa cuando siguiendo las fuentes que van al Quilamas descubrí un arcano tejo taxus baccata, refugiado en un recoveco del arroyo. Fue en mis primeras andanzas quilameñas con el Tío Kolás, pastor entonces, hace uno de 28 o 29 años, cuando ya me fugaba de las clases de la universidad... Aquí vivieron quilameños hasta el siglo XIX, pequeñas poblaciones familiares asentadas de forma dispersa por toda esta zona quebrada comprendida entre el pico Cervero y el Codorro por el N y Valero y Garcibuey por el S. En la misma Palla, abajo, vivió gente hasta los años 50 del pasado siglo. Entonces no podían dejar al ganado sólo y se enfrentaban cotidianamente al lobo, cohabitaban con el ganado y cultivaban como podían alguna berza y alguna patata.

Al fondo el arroyo Quilama, que te lleva hasta Valero
Dícese de persona o senda asaz enrevesada:
...Más tuerto que el camino de Valero...
así como el camino vericueto que conduce a este "pozo", el pueblo más jurdano de la Sierra de Francia, pastores de abejas.

Las Quilamas, un vergel de bosque mediterráneo, no menos preciado y aunque si, por suerte, más desconocido que Las Batuecas (una opinión personal) está configurado por dos estrechos valles, Quilamas y La Palla, atrapados estos en medio por la mole pelada y alomada que es es el Castillo Viejo, justamente en el centro de las Quilamas. Ambos valles se juntan poco antes de avenar al Alagón, en el piélago: un buen sitio de baño en la carretera que va de los puentes del Álagón al referido pueblo. Allí se celebran las primeras fiestas del año, San Valerio, el 28 de enero, con corrida picada (creo) Un año, en los 80, creo que el 86, la corrida se celebró entre copos de nieve, nada de sol y sombra.
Vean la siguiente imagen. Entre la cumbre y el fondo del valle, a nuestros pies mirando al S, puede haber 900 m. de desnivel, es un desnivel considerable pues hablamos de pocos kms. en línea. Es la fosa del Alagón donde afluyen, por orden de llegada los siguientes tributarios: Quilamas, Sangusín, Francia y Cuerpo de Hombre.
Fosa del Alagón, en medio el pico de Las Palomas
El Castillo Viejo es un lugar eminente, donde hubo una fortificación en la época visigótica, último bastión de la resistencia en el "extremo Duero" frente a los árabes conquistadores. Numerosas leyendas se ciernen sobre él y vestigios de lo que fuera su muralla son apreciables pues aún se conservan rudimentarios muros caídos a una altitud considerable que no tienen más justificación que la defensiva. Las piedras nobles de granito de este cíngulo fortificado fueron extraídas de la muralla, a donde también fueron en su día traídas, y como cómoda cantera quedaron para mejor edificación de los pueblos aledaños: sin duda, en Cilleros y La Bastida. Desde estos pueblos es desde donde más fácil se accede al Castillo Viejo. De hecho, me fue referido que bien entrado el siglo XX (años 80) llegaban todavía hasta aquí carros tirados por bueyes.
Lo que no es leyenda, pues está datado por el agustino cuando anduvo por aquí (20 de julio de 1937) -y no lo vamos a dudar, tratándose de un ministro de la iglesia en plena cruzada nacional- es el eco de otro cerco que en ese momento se cernía, el del Madrid rojo por las fuerzas nacionales:

Cuando se detiene el movimiento y la palabra, cuando reina el silencio
y se presta el oído atento al pío universal de las cosas,
se oyen claros y distintos los cañonazos de la batalla de Brunete 

¡¡Qué jodío el cura, qué oído más fino a más de 200 Kms. de distancia!! Si se pone a ello es capaz de confesar a gritos a los que entonces estaban en el frente, y ya de paso administrar la comunión, con la ayuda de los buitres buscando la carroña. Algo fascista me parece que era.

Potente porte del quilameño medio (el del botijo) junto a su familia
El lugar cuenta, que yo conozca, con tres fuentes veneras: la primera, la más famosa, intramuros, que mira al N, entre espinos, escobas y pradera, cerca de unos robles centenarios que son reliquias supevivientes del intenso pastoreo habido; otra, muy cerca del muro en la parte E (ver imagen anterior), que mira a San Miguel de Valero; y, la tercera, pequeñita, llamada del castro. Siguiendo el círculo pétreo se accede a lo que se llama "la puerta del sol", lógicamente la puerta S de la fortificación, claramente apreciable por la discontinuidad existente en la línea del muro. Aún queda algún sillarejo derrumbado; la mayoría, ya digo, fueron transportados y reaprovechados en los pueblos. 
Así es la historia, como un cuento de calabazas y algún gigante extraviado, pero también contamos con la cenicienta, "la reina de las Quilamas" presa en la cueva de Los Ganchos, asomada a tierras de La Calería. Más esta es otra historia, que ya dejaremos para otra ocasión.