lunes, 15 de enero de 2018

Mi querida enfermera

Oposiciones del SES, mas de 1300 plazas
Diremos que se llama Elvira nuestra protagonista, no quiero arruinar ninguna reputación, con lo fácil que es! Empezaremos diciendo que es una petarda, mas es una buena profesional, así me lo parece. Elvira es muy buena y simpática con los galenos, empática y maternal con los usuarios. Sin embargo, con embargo, percibo que sin darse cuenta es bastante clasista, está educada en buena casa.
En cuanto coge hebra no deja de rajar al primer resquicio del asueto en el trabajo. Pero su momento estelar es, sin duda, cuando llega la hora del papeo en el piso de solteros que es el PAC (Puntos de Atención Continuada) Lo que hace más agradables y sabrosas sus guardias. Entonces Elvira se convierte en una consumada maestra de las ceremonias gastronómicas del equipo. Cocina de puta madre y trae de su casa delicatessen al PAC. Es muy liberal y esto le hace ser adorable por todos, que lógicamente atienden su rollo particular mientras comen los excelsos platos que prepara. Yo también, lo confieso, en un par de ocasiones.

Si hay película buena, hoy la saga de El Padrino toca, es preferible renunciar directamente a cualquier esperanza de poder verla. Así que me retiro a escribir esta entrada con un poco de resentimiento. ¡Con las ganas que tenía de ver a Don Vito!

Es normal que cuando está Elvira se aprecie un fuerte aumento del stock de tarrinas precocinadas inundando el frigorífico del PAC, todas dispuestas a caducar de inmediato, si no son consumidas antes. A mi me duele este derroche de comida (siempre me ha dolido el derroche alimentario) y busco una salida urgente a tal stock ya que estamos en urgencias y me parece inapropiado tirar la comida: es mala praxis y peor ejemplo. Por imperativo de los recortes, el SES (Servicio Extremeño de Salud) va a eliminar este catering en breve, del mismo modo que deciden terminar con nuestra prolífica y celosa relación, la de los celadores sanitarios con los pacientes impacientes, fuente inagotable de salud y de buen humor, como he querido transmitir...

Voy al trabajo confiado en volver a casa sin hambre porque siempre hay posibilidad de pillar cacho y llenar el buche. Ando  rebuscando, sin complejo alguno por parecer un barbado indigente (que es lo que soy) en el stockaje del frigorífico. No digo que sea para los perros, como se suele decir para evitar la vergüenza, sino que es declaradamente para mí estómago, como si eso tuviera que ser una deshonra. Pero, eso sí! que no se me ocurra echar el guante a una tarrina que no haya caducado; si es caduca entonces no importa. El médico no puede comer caducados, el celador sí, tiene el estómago adaptado. El otro día, fue la segunda vez que me ocurrió, me pasé de listo, me comí la cena de los facultativos ¡por todo el morro, oiga! como si fuera un carpanta con hambre atrasada. Era un día que no estaba Elvira, claro! Voy a contarlo, puesto que también debo ser yo blanco de mi propia burla y chanza, que no solo de la infamia ajena vive el hombre.

sueño con tarrinas, sueño de tarrinas
El equipo había salido a una urgencia a Baños, se retrasaban, me encontraba muy solito, me apretó severamente la gazuza y...  una cosa llevó a la otra. Así que ¡zas! con determitación, sin nocturnidad y con grande alevosía pude efectuar uno de mis temidos golpes de mano al frigorífico del PAC. ¡Ah, necio de mí! me equivoqué fatalmente en la lectura de los códigos de las tarrinas y me zampé dos sopas de pescado, dos, y 2 cremas de calabacín, 2. Estaban Co-Jo-Nu-Das.
Me cegó la gula, lo reconozco, y el no llevar las gafas de cerca puestas. El enfado del equipo estaba muy justificado y sabido es que ante justas quejas, no queda ya sino agachar las orejas. Así lo hice, muy contrito me excusé del modo en que lo hizo el rey borbón cuando se fue a cazar el elefante blanco con una golfilla alemana:
-Lo siento mucho, no volverá a ocurrir, acerté a balbucear.
Si a él le valió, que tiene la más alta y duradera magistratura del Estado ¡¡Por qué no me va valer a mí, indigno de mí, que estoy de paso por aquí!! Aunque nos habían prometido la temporalidad de un año en el PAC (a los que sacamos la plaza) vemos que a esta mi humilde magistratura le quedan tan sólo tres o cuatro atracos más, no más.
Volvamos a Elvira, nuestra barbie, pues rubia y bien parecida es. Seguro que tiene una colección de estas muñequitas en casa.
Su incontinencia verbal incluye la comunicación telefónica, insufrible, lo que me obliga a convertirme en su telefonista personal cuando le llama su ensalzado marido, otro profesional de la LSD, macho alfa de la familia SES que le puede llamar un buen puñado de veces a lo largo de la jornada para informarle de gilipolleces varias o preguntarle por cada movimiento que realiza. Habla con absoluta naturalidad e indiscreción tanto de su vida privada como de la mundana (sin saber distinguir ambas) aunque supongo que ella cree que es admirable todo lo que hace para todos los que la escuchan. Debe resultar muy chic en otros contextos pero aquí en un PAC resulta claramente patético.

Ignora o prefiere ignorar lo insoportable que es escuchar su proclamada comodidad material cuando hay tanta gente, incluso a su alrededor, que no viven en ese mundo de opulencia, dispendio y maravillas, o que en cuatro días iremos a la puta calle los celadores, cosa que no le interesa lo más mínimo, aunque se acordará cuando oiga la llamada intempestiva a las tres de la madrugada y le toque a ella abrir la puerta a los pacientes, recibirlos, calmarlos, registrarlos, limpiar potas y otras basurillas. En fin.

¡Por Dios! me digo, ¿pero no se da cuenta ella? Que alguien le tape la boca con una de las salchichas criollas que ha traído o sea al menos tan audaz como para conducir la conversación a otro derrotero que no sea el consabido yo-yo, el mi-me, el conmigo, el tengo, el  voy o el vengo, el me cago o el me meo. Escuchando a Elvira parece que todo en la vida es bonito y perfecto. Un mundo de maravillas y de sabrosas comidas.

Bajé la bandera el segundo día, reconozco que fui poco tolerante. Me aburrí pronto de sus recurrentes viajes a ultramar, ya fueran de vuelta o proyectados, a Londres, a París, a Santander, a Sevilla o a las playas de Cádiz de junio a setiembre. De sus mariscadas y fiestorras con sus amigos desconocidos, que consigue que dejen de serlo para convertirlos en populares merced a sus prolijas explicaciones, nunca demandadas. De sus compras de boutique o de otros productos de semilujo en Cáceres o Madrid. De su familia tan común y tan corriente. De las Ferias de vanidades que ahora llegan a su pseudo capital provinciana, que es Plasencia. Exhibición insulsa de una holgada vida regalada sin el menor interés ni ejemplaridad para nadie. Eso al menos, creo yo.
Lo siento Elvira, no hay nada personal en este ataque furibundo, es un ataque a todo lo que representas con tanto orgullo inconsciente y frivolidad sub-normal. Para compensar este mi atrevimiento, en tu favor he de confesar que te lo curras, que te lo ganas bien ganao y que te lo gastas bien gastao, como te apetece, y que haces muy bien. Ójala fueramos todos tan currantes.
Nunca le he visto un gesto de perrería ni de mala leche con sus enfermos, como tienen otros sanitarios parafascistas que hacen su trabajo sin honor ni compasión alguna. A cambio sus quejas son permanentes de todo lo que acontece, gente que no ejercita la más mínima empatía, que se creen endiosados matasanos de intereconomía digital, que sólo esperan reverencias y pleitesía de la concurrencia y alguna caja de cerezas en su temporada por parte de los pacientes. Finalmente me pregunto:
¿Pero tiene algo esta chica que se reserve para sí, algo que no comparta con los demás en esta inercia cotidiana de las guardias?
Siempre hay alguna trastienda en las personas de verbo incontinente, pero en su caso cuesta descubrirlo. Incluso deja caer como el que no quiere la cosa la satisfacción de que goza en el terreno sexual, eficacia que es debida a la pericia de sus marido cirujano con el estilete de matar. Tiene la voz cascada de tanto cascar y se excita de tanto hacerlo, con demasiada fruición. Me la puedo imaginar con ese estilete clavado pidiendo misericordia. Efecto evidente de la verborragia.

Hoy se empeña en que hay que ver las fotos de su último viaje, boda o sarao. Además, está la mar de contenta porque va a ser licenciada ¡Licenciada de cuatro años! grado le llaman, elevando el rango de la nurselería diplomada. Podrá ya hacer informes, prescribir recetas  y estampar como los galenos su firma con el indeleble sello de la ciencia. Podemos ya anticipar esta dicha, imaginarla, vislumbrarla con un florido pato a la naranja ante la mesa. Lo conseguirá y se lo merecerá. Quizá entonces muestre sin querer esa trastienda escondida, se nos emborrachará de forma inocente y dejará de ensalzar de una puta vez a su marido, para darse cuenta de una puta vez que ella vale por sí misma, que ella vale mucho, mucho mas que su marido el de pelo engominado.

Para terminar. Supongo que nuestra enfermera preferida es un ejemplo modélico del ascensor social en el mundo ultracorporativo de la sanidad ALFA. Fue capaz de seducir a su marido, de los Sanchez Ocaña (real pero ficticio) de toda la vida, que seguramente le pondrá los cuernos del venado cuando se va de montería monfragüeña o safari africano sin pestañear, como el monarca. En su caso, nadie podrá decir que haya habido codazos, pisotones o malos gestos por todo lo que ha logrado. Logrado con esfuerzo y con amor.

Sí habrá que decir que hubo abundancia de espárragos, criadillas, ilustradas ensaladillas, gordillas, pil-piles, tostones, calderetas, enmarinados, trufas, etc. Y no sigo, porque me vuelve la gazuza y me pongo malo de verdad.
Esta chica, con franqueza, vale mucho!