martes, 17 de enero de 2012

San Antón o Santa Lucía

San Antón, 17 de enero
Santa Lucía, 13 de diciembre






















 Hoy es San Antón, patrón de criaturas que vuelan como el colorino de ayer. Que andan, que corren, que reptan, que saltan y vuelan. No sé si esto incluye a la extensa familia de  insectos e invertebrados, la más amplia, que también son criaturas de Dios. Pero sólo los domésticos parecen gozar de su hagioprotección, acompañados del hombre, también es el patrón de los enterradores. La parroquia (quiero decir la gente) conduce, o mejor dicho, conducía a bestias y mascotas hasta la ermita donde el cura impartía a sus puertas bendiciones con el hisopo y la cofradía se encargaba de la rifa del cochino engordado durante el año para este propósito. Ahora el desfile faunístico se ha reducido a una muestra simbólica, casi residual, y en el lugar del cebón lo que se rifan son un par de jamones.

La cofradía del Santo me invitó hace al menos 10 años a tocar el tamboril, también a comer y probablemete fuera el último año de la rifa del bicho vivo, todavía había algunas caballerías de trabajo, ahora las que aparecen son todas de ocio, o sea mascotas. Entonces estaba de hermano mayor de la cofradía Manolo el de la funeraria, que era también concejal de IU. Como jefe cofrade y a pesar de su agnosticismo confeso entendía como deber profesional esta su pía responsabilidad; casi todos los parroquianos tenían la póliza de seguros fúnebres con él y tarde o temprano pasarían por sus manos. Había pastas, aguardiente y, por supuesto el bollo de San Antón. Las cuadrillas de mozos quedan para merendar en el campo, a pesar del frío, para lo cual se hacen unas fogatas en el pinar homónimo.

Me recuerda que en mi mocedad riojana había una celebración parecida invernal, un mes antes. Era la de Santa Lucía. Los chavales íbamos a buscar leños secos al cauce del río, dejados allí puntualmente en sus avenidas, transportados al pueblo y luego acopiados en los diferentes patios del barrio viejo de Arnedo. Había que tener cierta vigilancia porque había cuadrillas que no realizaban su trabajo recolector sino era robándolas del vecino. Entonces había una intensa vida social en el Arnedo viejo, vida que ya casi ha desaparecido; incluso su paisanaje rural dejó de ya habitarlo cediendo el paso al aluvión de inmigrantes extranjeros de los años 90. Hoy es una babel compuesta por moros, rusos, armenios, georgianos, rumanos...

Las cuadrillas competíamos para ver quién había conseguido al llegar la fecha señalada el montón más hermoso de leña para la hoguera, que había de durar toda la noche... Era fiesta nocturna pues, no aquí en Hervás, sino en La Rioja, y se asaban patatas, huevos, castañas, chorizo... y el espíritu líquido corría también. Una de esas noches, siendo yo aún tierno bebedor, me cogí le primera melopea que recuerdo, en el contexto de mi primer enamoramiento. La chica, la recuerdo, era menudita (yo también lo era) y se llamaba Rocío; yo iba a 3º de BUP, por lo tanto tendría unos 17 años, y ella iba un curso inferior. Nos besamos y yo creí que tocaba el cielo, el enamoramiento fue puramente platónico. Su patio era el patio Carreto y el mío, aunque no vivía por allí, otro cercano, el de Santa Eulalia, al lado de la Iglesia más antigua del pueblo, cerca de Las Eras. Esta era el patio de mi amigo de la infancia, Ridruejo, de la rama pobre de los Ridruejo, de Soria. Su abuelo, al que todavía conocí, tenía su taller vivienda en una cueva entre la iglesia mencionada y las eras. Me quedé maravillado al ver como torneaba la madera para hacer las patas de sillas con un torno de pié bien largo, ajustado con una cuerda al cielo de la cueva. Todo un arte. También fabricaba aperos de labranza, albardas, aparejos y arreglaba quincalla como cazuelas, paraguas, etc.
Su tío Félix, hermano de su padre, era un arqueólogo autodidacta que nos llevaba a los jóvenes a descubrir los restos arcanos del Cerro de San Miguel "El Calvario" poblado celtíbero del primer asentamiento de Arnedo. Vivía sólo en la barriada obrera de Orenzana y fue el primer homosexual que conocí, no tenía ninguna pluma ni era pederastra.

La Labranza


Hemos puesto los ajos, luego las habas de Paco de Cabezavellosa (al contrario que la mía) y, hasta la fecha, los primeros cebollinos. Al escarbar la tierra tras las escarchas de enero, a mediodía, nos retiramos al umbral del chamizo con una silla pleglable. Estoy como dios, lávome cara y manos en el cubo de estaño.Me pongo a leer a Cunqueiro, su "pasajero por Galicia": a poco me quedo frito. Estaría dormido si no fuera por el colorino que viene a visitarme, un vacilón. Acude luego al almendro en cuyas ramas se posa complacido, como una prenda querida. 
A sus pies salen al sol insectos y gusanos que el ave devorará.