En poco más de una semana, para que hagamos memoria, asistimos al décimo aniversario de dos sonoras tragedias en dos puntos bien alejados de nuestra amada Europa: la del petrolero Prestige en las costas gallegas y la del asalto al Teatro Dubrovka en Moscú. La primera, aunque sin víctimas humanas, de gran repercusión ecológica y la segunda, de marcado carácter político. En ambos casos se obró desde el aparato de los estados con tremenda incompentencia y desprecio a las víctimas. Por la primera se celebra ahora (tras 10 años de instrucción) el juicio para esclarecer las responsibilidades del desatre ocasionado, por la segunda ni siquiera se ha abierto un proceso penal a los responsables de la ejecución del rescate de los rehenes atrapados en el teatro. Comprobamos pues cuánto le cuesta al Estado reconocer su culpa, donde se parapetan sus responsables; sin ella es muy difícil esperar enmienda. Por Dubrovka, diez años después.
La Rusia de Putin nos
enseña la realidad de lo que arrastra, tremendo lastre de inevitable y terrible
torpeza autocrática. Tras vanos “intentos” por llegar a ser un estado que decimos "normal",
a semejanza de Europa, o eso creíamos tras el derrumbe del 91, nos enseña
sencillamente lo que es, aunque no lo comprendamos: es todo tan ajeno, tan
lejano... Así llevamos más de dos décadas y la situación política y el estado de
libertades civiles es sin duda mucho peor ahora, con el zar Putin, que con el denostado
propulsor de la perestroika, Mijail Gorbachov, que como Juan XXIII para el Vaticano vino a ser el adaliz del aggiornamento en el Kremlin, el santo varón en el nido de las víboras
Sin embargo, nosostros creíamos ser los bastiones de la democracia y de los
humanos derechos all over the World, que nuestras democracias serían el ejemplo a seguir y
que los derechos y libertades se extenderían con increíble velocidad e indulgencia tras la caída del muro. Pero cuando
toca callar aquí, callamos; cuando toca mirar allí, miramos para otro lado, y si
toca oler, taparemos las narices. Por todos los lados hiede
Pero… ¿¡Qué remedio y qué fatalidad es ésta!?
¿Renunciamos hoy a derechos y libertades civiles,
cuyas cotas no fueron regaladas por el poder sino que las sociedades tuvieron
que conquistar con denodados esfuerzos? ¿Qué queremos, la seguridad o la libertad?, En aras de la seguridad frente a cualquier amenaza (cualquiera puede ser criminalizado, no sólo los terroristas) la
razón de Estado sacrifica todo, por encima de los ciudadanos. En aras de la llamada "estabilidad" la razón de la economía global y
los bancos imponen castigos a las víctimas de la crisis
¿Es que esta cruzada “contra el mal” que vivimos no
anticipa tiempos de regresión histórica y no nos recuerda de forma obscena la Edad Media y el
feudalismo?.
Quizá vayamos demasiado lejos…y volvemos a Rusia
Rusia,
la eterna Rusia, no es un estado normal es "un estado del alma" (no sé quién lo decía, acaso Dostoyevski) Su condición euroasiática no
deviene únicamente por su geografía. Pensemos un momento, ya que hablamos de
tiempos y de geografía, sus 11 husos horarios y la diversidad de los grupos humanos que lo
habitan. Dicha condición es también una señal histórica y cultural
indeleble, imbuida del mesianismo que acompaña las grandes empresas
colonizadoras de los imperios. Los rusos conquistaron el continente llegando al extremo oriente bañado por el Pacífico, e incluso saltaron a Alaska, que hubo de vender a la naciente nación americana.
Aunque su revolución ¡un siglo que cumple! quiso
cambiar el signo de la historia de los hombres y a un tiempo ser el faro
libertador de las naciones oprimidas en el mundo, Rusia no halló en su camino ese hito fundamental que la edad moderna reservó a Europa: solo algunas sombras del camino de la Ilustración, la
instauración de los valores políticos del estado moderno, la base de las
democracias contemporáneas, que ahora también se nos escamotea. Hablamos, en suma, de los valores de la libertad y
del individualismo político que hoy, parece mentira! son amenazados y
secuestrados con prodigalidad y franqueza en las sociedades que quedaron de este lado bueno de Europa.