miércoles, 1 de febrero de 2012

"Vamos a contar mentiras" SAC

48 toques, sin florituras
Vamos a contar mentiras, tralará
Ahora que vamos despacio (bis, con el mismo toque) 9 x 2= 18
 vamos a contar mentiras tralará                                         = 11
vamos a contar mentiras tralará (con distinto toque)            = 11
  vamos a contar mentiras.                                                  =   8
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Por el mar corren las liebres                                       9 x 2 = 18
 por el monte las sardinas tralará                                         = 11
por el monte las sardinas tralará  (con distinto toque)           = 11
  por el monte las sardinas.                                                  =   8

Y así se repite esta estructura de 48 toques  
(sin contar floreos, al gusto del soplagaitas)

El Lute

El Lute "suena" en la memoria infantil ligada a Salamanca.
Mi padre, igual mi madre y como tantos otros, salieron de la ciudad para poder trabajar en los años 60. La ciudad y su provincia eran una cantera de emigrantes, tanto los de clase media con formación (el caso de mis padres) como los de los pueblos, que ya sobraban en el campo con el inicio del desarrollismo. Salamanca no conoce la industria ni tampoco puede colocar a sus estudiantes, ni entonces ni ahora. La Sierra de Francia perdió la mitad de su población en tan sólo dos años en los primeros años 60.

El primer destino de mi padre fue la Universidad Laboral de Sevilla, el de mi madre Jerez de la Frontera, ambos como profesores, todavía solteros pero ya enrollados, se conocían del barrio. El no tardaría en abandonar la docencia para pasarse a la empresa privada, necesitada de cuadros formados y donde se ganaba más, la cual ya no abandonó. Ella en cambio seguiría ligada a aquella hasta el final de su vida laboral, y en destinos diferentes a los que iban arrastrando a sus hijos, que venían a la sazón uno detrás de otro; incluso llegaron a estar separados por este motivo. Así que aunque mi madre venía a parir a Salamanca -no sé por qué extraña fidelidad- siempre vivimos fuera, forasteros, y a la ciudad veníamos puntualmente por las vacaciones, primero a la casa baja con patio de la abuela viuda Obdulia (la abuela Lula madre de mi padre) en Melchor Cano; luego cuando se compró el piso en General Sanjurjo en el que vivía con su hermana modista, también viuda de militar, pero sin hijos; y finalmente a Sequeros, a mediados de los 70, cuando compraron la pequeña casa adosada en Virgen del Robledo. Muerta la primera, la segunda, la tía Encarna, pasó a ejercer las funciones efectivas de abuela, que vivía con nosotros a temporadas, ayudando en la crianza a mi madre, que tenía que ir a las clases. Por su trabajo mi padre tenía que viajar mucho.

Bien, lo de El Lute viene a cuento porque él también fue un emigrante de Salamanca, no ilustre ni docto como estábamos acostumbrados, sino merchero o quincallero y por esta condición nómada, un poco como El Lazarillo De Tormes. Me imagino que paró poco en esta ciudad, pues su destino le llevó pronto a trashumar por la más mísera Extremadura y regresar de cuando en vez a Salamanca. Le trajeron al mundo al principio de la posguerra en el barrio de Los Pizarrales, que en los años 60 (no como ahora) estaba totalmente separado de la ciudad, en lo alto de un cerro pizarroso, expuesto a todas las inclemencias del tiempo en el camino de Villamayor, es decir, por la Carretera de Ledesma, que estaba adoquinada. Su padre no tuvo el buen gusto de estar presente por su nacimiento porque estaba en la cárcel por robo y el mismo destino a él le atraparía por robar un par de gallinas para comer.
De los primeros años narra Eleuterio en sus memorias "Camina o revienta" que pasó más hambre y frío que un perro chico pero que aprendió el oficio de los moriscos, la quincallería y el trato, y que luego pasó al atraco, por lo que se haría tan famoso, hasta convertirse en el criminal más conocido del franquismo. Ya en la cárcel le llegaron las letras porque era espabilado y algún preso comunista se las enseñó, Así logró estudiar derecho (en esto coincidió con mi padre) y licenciarse por la UNED. Su vida, como sabemos, fue llevada al cine por Vicente Aranda, en 1987, pero 10 años antes ya era mundialmente conocido gracias al superéxito de los inigualables Boney M, reyes del disco en los 70. El líder del grupo, que estaba zumbado, ya palmó, nada menos que en San Petesburgo, donde se vio atrapado por el influjo de Rasputín.


Las calles de tierra que yo conocí empezaban en el barrio del Oeste (nuestro barrio) en la periferia de la capital (entonces) y una tierra de nadie ¡nunca mejor dicho tierra! se extendía desde el barrio hasta Los Pizarrales, donde se amontonaba el lumpenproletariado de la época, menesterosos y mercheros, que levantaban sus campamentos chaboleros de la noche a la mañana. En medio del camino estaban, aislados, el colegio e internado de los Salesianos y un cine de tercera del cual no recuerdo el nombre. Lo que yo conocí, bien pequeño, eran viviendas hechas con lajas de pizarra que el propio terreno proveía y adobe; las menos encaladas, pero humildes viviendas al cabo. Luego hicieron la Iglesia y la barriada de San José Obrero, donde oficiaba un cura más bien comunista, como el que le enseñó las letras. No había o eran pocos los gitanos y mucho menos lejanos inmigrantes.

Los Pizarrales, junto el barrio Chino o Barrio de La Palma, el de las famosas y adorables putas, eran dos barrios tabú para un niño educado como yo lo era. Pero mi afán de aventura era superior a estas limitaciones irracionales. Visité el barrio chino sin querer, en un regreso largo y agitado desde la Plaza Mayor, a la que aprendí a ir solito, y me atreví a preguntar a las putas por el camino de regreso para llegar a la casa de mi abuela. Además me dieron un vaso de agua. Al día siguiente me llevaban a un campamento de la OJE en Ávila, Hoyos del Espino, en pleno Gredos. Allí aprendí a cantar el Cara el Sol y cara al sol formados cantábamos. Mi hermano Pitinas se rajó y tuvieron que venir mis padres a buscarlo.
Al de Pizarrales no llegué por casualidad, sino en un avanzadilla desde las campas en las que jugaba al fútbol, atraído por las fogatas, que ya se hacían de buena mañana. Yo creo que era el año 72.

Por cierto, mi abuelo materno, un charro del Campo de Yeltes también se llamaba Lute, el abuelo Lute, que me llevaba a pasear a la Alamedilla para ver a los patos y cisnes de la charca. Su hijo primogénito, con el mismo nombre, se presentó solicito a la Cruzada en el 36 desde Portugal y combatió con los legionarios, no era mayor de edad pero volvió hecho un macho, con su mujer preñada sin haberse casado. Eso en la época, en Salamanca, era un gesto muy avanzado y supongo que fue un motivo de disgusto en una familia nacional-católica. El tío Lute, el mayor de los hermanos de mi madre, escribió unas memorias con sus recuerdos de la guerra civil, copia que poseo. Su original ideología quedá suspendida con el paso del tiempo. En el momento de escribirlas, ya mayor, resulta obvió que ha simpatizado con los antiguos enemigos...
Eleuterio, Eλ'ενθερος, significa "libre" en griego.