lunes, 10 de diciembre de 2012

Relatos de Kolimá




(...) Los caballos no se distinguían en nada de los hombres. Morían por culpa del Norte, por el extenuante trabajo, la mala comida, por los golpes, y aunque todo ello se les aplicara con mil veces menos dureza que a los hombres, de todos modos morirían antes que ellos. Y en tonces comprendí lo más importante: que el hombre se hizo hombre no porque fuera una criatura divina o porque estuviera dotado de un fantástico dedo pulgar en cada mano. No, sino porque era físicamente más fuerte, más resistente que el resto de los animales, y más tarde, porque había sabido poner sus principios espirituales al servicio de su ser físico (...)