El centro de LSD se encuentra sito al ladito de otro centro, El Deporte Democrático Cubierto EDDC, o sea, el pabellón polideportivo.
Este asesino que ahora escribe vuelve sin querer al lugar del crimen, una acera los separa.
Y me encuentro con los viejos clientes que son muchachos de no más de 20 años, un poco más gazmoños.
¡Pero cómo les gustaba putear!
Cuanto más te enfadabas, más te puteaban...
¡Pero qué bastardos estaban hechos!
Te venían a fumarse sus canutos, te echaban las potas y te hacían mil barrabasadas en gradas y servicios: taponarlos, espumarlos, enguarrarlos de un modo vil... para aguantarlos había que tener una paciencia que no era humana.
Porque claro, no les podías tocar un pelo a los angelitos y tu autoridad ahí valía menos que un pimiento, y el hijoputa del concejal no se pringaba y ahí te las compusieras, ni se aprobaban normas ni reglamentos, ni ná. Una pena de servicio democrático.
Un día la cuadrilla de golfos más destacada que tenían EDDC como su lugar de citas parece que se juramentó. Me incharon las pelotas de verdad.
Y dije ¡hasta aquí hemos llegado!
Cogí y llamé a la policía municipal (no tenía ni siquiera teléfono el servicio) que se personaran -ya les había dicho que incluyeran EDDC en sus rutitas- Una vez que vinieron parece que se calmaron pero, ja! todo fingido, los toreaban a ellos también en cuanto se daban la vuelta.
Y le dije a L el lancero, a la sazón teniente o lo que sea de la poli municipal, que los iba a aguantar su puta madre o el concejalito de marras.
Claro, esto no tardaría en llegar a los oídos del concejal. Un mierda prepotente y bastardo que se dedicó a hacerme la vida imposible.
Muvin le llaman a eso.