Marcial, dispuesto a la faena |
Por enésima vez bajamos el Tajo para buscar trabajo.
Cinco hombres sin piedad y una mujer te esperan detrás de una mesa, muy suficientes, y tú les largas, diciendo que lo sabes todo, que eres un chico de puta madre, que perderán una oportunidad cojonuda si me dejan pasar de largo. Somos muchos y el pescao escaso.
Ellos saben que tengo el colmillo retorcido y que detrás de este veterano candidato hay un subversivo agazapado. Les hablo con mucha corrección, con seguridad, les miro a la cara, algunos la bajan para aparentar que toman notas. Sólo el relator, que me conoce de otras liturgias y andanzas, va derecho al grano que le pica, ¡Qué jodio!:
-Vemos que tiene amplia experiencia, ah!, pero cuéntenos que pasó, cómo resuelve Vd. las cosas, digamos en caso de conflicto, ya sabe, de los que sin duda se producen en un equipo humano.
-Vemos que tiene amplia experiencia, ah!, pero cuéntenos que pasó, cómo resuelve Vd. las cosas, digamos en caso de conflicto, ya sabe, de los que sin duda se producen en un equipo humano.
-La materia humana es conflictiva, digo, sólo podemos aminorar sus consecuencias. Pero le tenía que haber dicho: con temple y "musha" mano izquierda, la buena para el natural.
Tras picas y banderillas termino confesando. En mi penúltima experiencia en el programa ETCOTE el alcalde me despidió con una maniobra torticera el día anterior a cumplirse los 6 meses de contrato, amparándose en el periodo de prueba que figura para los titulados.
Otra chica del tribunal, subalterna que también me conocía, salió en mi defensa, para equilibrar la cosa y me preguntó:
-Pero también habrá tenido buenas experiencias, cuéntenos. Y le digo:
-Buenas experiencias fueron todas, incluida la de Marcial (el alcalde), porque de ella aprendí.
Lo que me jodió de verdad fue la actitud de mis compañeros, cuando me echaron ninguno movió un dedo, se callaron como putas.
Yo no le bailaba el agua a Teófilo (amigo de dios) Marcial (ese era su nombre completo) que tenía puesto en este taller de empleo la ilusión de su ministerio. Su pestilente aliento en mi nuca todo el puto día, parecía que quisiera ejercer de director (para eso estaba yo) y en toda jugada tenía que meter baza. Me decía muy preocupado que algunos de los trabajadores hablaban mal de él (cosa cierta y merecida) que eran unos ingratos porque les había dado trabajo, que se le habían colado unos quintacolumnistas del pp, y que quería abrirles expediente, no renovarles el contrato y joderlos.
Yo le decía: Marcial (por Lalanda) templa, que eres un gran torero, pero que esa res no la puedes torear; los trabajadores son también ciudadanos y opinan lo que les da la gana. Nosotros no somos policías...déjalos que se desfoguen!
Pero no se anduvo con chiquitas el tribuno, no le tembló el pulso, a mí me devolvió a toriles sin darme un puto pase. Después, como digo, todos se amansaron.
¡¡Marcial, eres el más grande!! (así decía el pasodoble)