(charrada tradicional original)
Salamanca
la blanca,
Salamanca
la blanca,
¿quién
te mantiene?
¿quién
te mantiene?
Cuatro
carboneritos,
Cuatro
carboneritos
que
van y vienen.
que
van y vienen.
Cómo
quieres que tenga,
cómo
quieres que tenga
la
cara blanca,
la
cara blanca,
siendo carbonerito,
siendo carbonerito
de
Salamanca,
de
Salamanca,
Salamanca
la blanca
¿Cuándo
volveré a verte?
Mi
Salamanca,
Mi
Salamanca!
ESTRIBILLO
Mozos
de mantilla,
mozos
de montera
estos
cuatro charros
son
de Macotera
"El
todoterreno"
(versión
apócrifa adaptada por el abuelo para su nieto)
Manuel
Martín Herrero
Manuel
Martín Herrero
Ay,
qué bien juega
Ay
qué bien juega
Ni
siquiera Ronaldo
Ni
siquiera Ronaldo
mete
más goles
que
tú
en la puerta
Cómo
corres la banda
Cómo
corres la banda
y
cómo centras,
y
cómo centras
Manuel
Martín Herrero
Manuel
Martín Herrero
mete
más goles,
Sergio
le centra
ESTRIBILLO
Llevas
un escudo
del
Real Madrid
como
Iker Casillas
y
como Higuaín
Referencia literaria
Una de las versiones más interesantes de nuestra
seguidilla es la que el gran maestro de la prosa en español, Rafael
Sánchez Ferlosio, engastó y comentó en su novela Industrias y andanzas
de Alfanhuí:
En marzo y abril comenzó la abuela de nuevo con sus fiebres y sus tareas, y en mayo, las botas del abuelo volvieron a las arcas. Alfanhuí se calzó las alpargatas de caminante y partió sus dineros con la abuela:
–¡Adiós, abuela Ramona!
Alfanhuí tenía ahora el verano y el camino delante de sus ojos y pasó las montañas hacia el norte, a Castilla otra vez. Los caminos estaban poblados de pájaros y de caminantes. De los primeros segadores que bajaban del norte, a las cebadas tempranas; de carros de bueyes o de mulos, que paraban en los mesones de la carretera con sus cargas de carbón de encina o de alcornoque. Y esto ya lo decía un cantar:
Salamanca la blanca,
¿quién te mantiene?,
cuatro carboneritos
que van y vienen.
Los carboneros eran tímidos y cortos para contestar, y por andar con lo negro y porque nadie les robaba la mercancía, se sentían menos que ningún hombre. Formaban en los mesones su grupo oscuro en un rincón, o si había otros caminantes, se salían al sereno a fumar y a mirar la luna sobre la carretera. Las mesoneras echaban el vino con desprecio, porque en el verano todos los pobretones andan sueltos por los caminos. Tampoco los segadores eran gran cosa para las mesoneras, aunque venían de más lejos. Toda era gente dura que no pedía más que vino y pagaba lo justo y traía los huesos hechos a no pedir camas ni melindres.
Además, y desde que, a partir de los inicios del siglo XX, se fue desarrollando un movimiento de recuperación, de exhibición en espectáculos públicos y de explotación comercial de los cantos folklóricos (regionales, solían llamarse) que llevaron a cabo los que fueron denominados grupos de coros y danzas, y también las Misiones Pedagógicas de la República y la Sección Femenina franquista, la vieja canción de Salamanca la blanca ingresó dentro de ese tipo de repertorio, que ha acuñado versiones vulgatas, inmutables, clónicas (distintas de las verdaderamente tradicionales, en permanente cambio y evolución) que son las que hoy más se conocen. En la actualidad, la canción forma parte, también, del repertorio de diversos grupos de folk (sobre todo de la región salmantina, que la ha casi adoptado como himno oficioso) que la cantan sobre los escenarios y la registran, distribuyen y comercializan –acuñando versiones igualmente vulgatas– en soportes sonoros que llegan a alcanzar regular difusión.
Fte: Revista de Folklore, nº 320, año 2007, pp. 39-41