lunes, 5 de octubre de 2015

Criptovocación

A los chicos que no volvieron
Igual que el cura gay se destapa en el Vaticano -¡¡¡ Óle sus polacos cojones!!!- así pasa con otras vocaciones y condiciones íntimas del personal no docente.
En realidad, nadie sabe cuándo, dónde ni por qué va a salir del armario.
-Se revela o se rebela?
-O las dos cosas, me quedo parado en la reflexión ortográfica.

El caso es que esto sucede en las mejores casas, por qué no iba a suceder en la vaticana casa, entre los muros que Pedro erigió para edificar la santa madre iglesia (la empresa más antigua del orbe) y, si puedes además dar el campanazo ¡¡mejor!!!

Todo el mundo informado de la épica colonización rusa del "Lejano Este" (en sentido cardinal, al contrario de lo que los yankis hacían, hacia el Oeste) O sea, todo el mundo informado, sabe quién era el magnífico Capitán Arséniev. Creo que ya he hablado de él en forma laudatoria cuando hablé de Dersu Uzalá, la película de Kurosawa, adorada por el narrador.

Bueno, pues vayamos al caso, que si no me voy por los cerros de Sajalin...
Hablábamos de la criptovocación en el título de la entrada y por ahí quiero seguir si no me tuerzo. Es esa vocación que uno en principio desconoce, descubre sin darse cuenta, o bien -el caso de la condición del cura, al parecer cura vocacional- conscientemente oculta por vergüenza o miedo al rechazo social.
El capitán Lucasyán al lado de aquél bondadoso geógrafo ruso es un indigno impostor, un "pícaro" reconocido por nuestra bizarra tradición literaria, igualito que el Enric Marco de Javier Cercas, pero éste en el terreno de la sección forestal de los "lager de la globalización"

Aunque pretenda ser su émulo y continuador epígono, el capitán Lucasyán no tiene ni la más remota instrucción militar; fue pacifista militante (pecadillos de juventud que oculta) y librose del patriótico servicio porque pudo declararse objetor de conciencia, cuando esto ya casi no hacía pupa en su tierra natal. 

Sin embargo, ha afirmado en su glorioso ridiculum, el "curriculum bellum" de la puta vida guerrera, que ha participado en mil batallas desconocidas.

Lo han creído porque nadie conoce la Historia y el relato era convincente y ameno.
Lo han creído porque con los ojitos seduce a las serpientes con pelo y todo el mundo quiere llevarse bien con los reptantes hirsutos.
Lo han creído porque es hábil para hablar "alaburnésica" (voz griega popular para hablar en una lengua incomprensible)... y nadie se molesta en comprender al otro, el que viene de fuera.
Lo han creído porque se orienta en la niebla y sabe leer el territorio con un rápido vistazo sin ser cazador.
Es mejor tener a un tipo gilipollas así, que puede hacer todo eso, aunque no dispare ni abata árbol alguno, siempre y cuando no confraternice demasiado con los bárbaros. 

-Márchate del barracón en cuanto puedas, que te haces bucovino!- Le dijo el capitán Charles de la Dordoña. Tardó en marcharse.

-No te vayas narrador, porque veo que te vas de nuevo ¡¡aguanta los caballos!!...- 

Bien, en eso estábamos, en que hay que entenderse con los "mercenarios indios" que trabajan para el Zar en el país d'Oc, la Occitania, otra marca de su extenso imperio, pero no acostarse ni mucho menos amancebarse con ellos, que luego te la juegan.

Es en estas circunstancias amatorias cuando Lucasyán descubre su críptica, y remota, vocación militar. Ya su abuelo, chusquero y conocido por "Francia" (que es un apellido, además de país), entregó algo de sangre por la patria y pilló no se sabe cuántas infecciones en la Cabila rifeña de Abd El-Krim, cuando el famoso desastre de Annual (1921) del que pudo volver a tiempo y así progeniar y engendrar tres varones vástagos, de los cuales uno padre suyo es, el único que no se militarizó.

Pero hay mas cosas dentro de la vocación militar que no es matar ni pegar tiros. El oficio militar se basa en un principio incuestionable que es la jerarquía de mando. Nadie discute esto, el ejército no funcionaría de otro modo.

Para bien mandar hay que ser bien mandado. 
Para ser bien mandado, buen mandador hay que ser.

Por tanto. Aunque defendamos la igualitaria naturaleza del hombre, es obvio que no todos tenemos las mismas condiciones y dones repartidos de forma desigual (menos mal que es así, si no todos querríamos ser toreros, bailaoras, estrellas de cine, futbolistas o princesas borbónicas... dejando así muchas profesiones subrepresentadas porque no tener glamur y la admiración deseada) Los dones son regalos y sólo se adquieren por naturaleza.

Ciertamente. Unos prefieren que les manden y que no les compliquen la vida con responsabilidades: que sea otro quien piense y tome las decisiones. El no se quemará nunca y podrá traicionar a su padre o a su hermano si hace falta si ve peligrar su culo. Estos no dan ningún problema al mando y pueden llegar a ser muy babosos.

Otros prefieren que no les manden en absoluto pero tampoco quieren mandar, lo rehuyen aunque tengan madera para hacerlo. Tienen aptitud pero se dedican a pensar por su cuenta y eso es jodido para el mando, porque pronto reconocerían las trampas del Zar en la misión, en todas las misiones. Dan problemas, son mercenarios anarquistas. No se sabe por donde van a salir. Sólo hay una solución para ganarse a estos y es que el mando mande bien, sea justo y cariñoso, y no les de la espalda nunca. Sin embargo te la juegan.

Seguramente hay más tipos intermedios, me he quedado con dos casos extremos.

El éxito de un equipo, y este destacamento lo es, reside en comprender estas relaciones dentro del grupo. No basta con mandar, hay que tener dotes para ello, demostrarlo a ser posible con naturalidad y sin imposturas. No ganarse enemistades ni envidias, aunque cosa difícil es.
Ganarse ante los ojos del mandado -sean de un tipo o de otro- el respeto, el cariño y la dignidad. Devolviéndoles, claro es, con la misma moneda.

El narrador es el Capitán Lucasyán.