"Soy yo, soy yo, tan cargado de imágenes que me da vértigo, soy yo. Siento que mi vida se está convirtiendo en una película. Sí, lo malo es que ya la he visto
y no me gusta esta película ..."
Lo anterior no se refiere estrictamente al video que viene a continuación, que es una descripción contextual de un paisaje sentimental en la Sierra de Francia.
Mis primeros recuerdos de este monte, no lo cuento en el video, es cuando con otros niños que veníamos de veraneo, o sea de estancias de tres meses; digo veníamos a cazar lagartos. Estaba plagado de estos reptiles ocelados, también había bastardos bien hermosos y entonces lo que pastaban eran ovejas, luego vinieron las vacas y luego los fuegos y el matorral. La encina era muy chiquita y el manantial se rebosaba y las ovejas venían a beber, no había una zarza en el contorno y podías bajar con facilidad por la umbría hasta llegar al charco Labrao, un pequeño paraíso donde nos bañabamos en porretas. Hoy no hay quien cruce por ahí sin enzarzarse.
Yo era niño de ciudad que no tenía ni puta idea de campo o empezaba a tener entonces de un modo ilusionado. Mis acompañantes eran unos golfillos de Mondragón, donde habían marchado sus padres unos años antes, en la década de los 60, cuando la grana de la emigración, bien harta de los jornales de misería en Sequeros. Ellos estaban acostumbrados a trotar por los montes vascos que tenían a la puerta de sus casas y a las aventuras indudables que se prodigaban por los caseríos aledaños, maquetos que espabilaron rápido en aquellos años de plomo posteriores, años 70 y 80... Yo recuerdo que Santi se cagaba en Dios con una gracia verosimil, cosa que yo no había escuchado en la vida, y que tenía una pericia espectacular para pillar a los lagartos; luego les atravesaba con el alambre. Henri, su hermano, era más jóven y lo que le gustaban eran los fueguitos y las navajas. Yo era un pringao con los ojos abiertos como platos, tratando de aprender lo que podía. Creo que también venía Manuel Jesús, el hijo pequeño del panadero que acabó instalado en Donostia. Sí, estaba él, porque alguna vez merendamos perrunillas...
A veces subíamos aguas arriba del charco Labrao y llegabamos a Arroyomuerto, triste nombre para un pueblo que acabó cambiándose de nombre. Por allí pasabamos por la tasca que era el teleclub y nos encontrabamos invariablemente con el que llamaban "el Minuto" borracho impenitente que acabó suicidándose colgado de un árbol. Otras bajabamos por estas mismas aguas hasta el charco de la Cruz, que ya era de Villanueva del Conde. Cada pueblo tenía su charco para bañarse. La virtud de este último charco es que contaba con una tasca campera muy animada, jugaban a las cartas con el meyba y merendero donde asaban carne los que venían de vacaciones con dinero. Desde allí volvíamos a Sequeros por el camino de Mojazapatos hasta llegar al Barrero y la plaza de toros.
Cada pueblo emigraba al mismo lugar en el norte o el extranjero, se atraían unos a otros. Los de Sequeros Mondragón o Burdeos, los de Arroyomuerto Durango o Eibar, los de San Martín Barakaldo, los de Villanueva Suiza... Pasaron los años y el monte de El Pendón se convirtió en mi lugar preferido de evasión y lectura. Allí me leí, que recuerde, La Celestina, El Lazarillo y La Regenta, años ya de instituto.
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Sono io, sono io, caricato di immagini
che mi dan le vertigini, sono io.
Sento la mia vita che sta diventando un film,
sí, ma l'ho giá visto e non mi piace questo film...
C'era musica e pianto e lui diceva: É colpa mia!
c'era sogno e possesso e lei diceva: É colpa tua!
Voglio, gli indiani, non voglio l'amor!
Ha parlato lui prima e adesso lei parla per due
io non sono una cima, forse síii, parole sue.
Voglio gli indiani, non voglio l'amor!!
Che peccato che non mi ami, che peccato peró,
stanno lé mani nelle mani, senza dire di no
parli tu, parlo io, trascinando per la cittá
le parole del cinema, parlo io.
parla tu,parla tu, tanto io mi nascondo qui,
in un sandwch della reclam, parlo io,
la domanda é rosso fuoco e la risposta é blu,
la domanda é rosso fuoco e la risposta é blu.