¡A qué viene tanta tensión, compañeiru!
Los caminos del señor son inescrutables y ahora estoy mu celoso.
Mi botín ha sido este trabajo de fortuna en las urgencias del
centro saludable, tras severa competencia para su conquista.
Media tarde, llevo tres pacientes, ninguno por arma blanca, el último me ha llamado la atención: por decir algo.
No paraba de rascarse y se dirigía a mí como si yo fuera el médico, a pesar de que le advertía continuamente de lo contrario. Tenía unas rosetas floridas con líquenes y costras en su piel; en la pierna irisada de tanto rascarse le había salido un espundio que purulaba alegremente. Su boca acompasada con la fruición del rascar babeaba con deleite.
Le ayudé a desvestirse para que el doctor viera sus miembros y luego a vestirse. Un poema.
Cuando se marchó con su pomadita yo empecé a rascarme también.
Una psoriasis de clase colérica-repentina, le dijo el galeno.
Pero...¿cómo es posible doctor que me haya cogido esto si yo nunca he estado en Soria?
-No tiene que ver -le replicó- yo tampoco he estado nunca en Burgos y mire, mire, qué morcilla tan maravillosa tengo (dotación media-alta)