Salamanca 8M, por la tarde |
Ayer 8M. Voy a ampliar la serie ASÍ NO PODEMOS SEGUIR diciendo que el éxito manifiesto por el 8M es relativo si no entendemos que solo efectivamente se pueden
cambiar las cosas cuando los cambios efectivamente se han realizado, cuando son un hecho, cuando así se perciben desde abajo por las mujeres y por todo quisque, y no desde arriba: como se pretende hacer
que se hagan. Como siempre, los cambios van a remolque de la realidad, aunque parezca una perogrullada.
Vengo a recordar, por ejemplo, lo que ocurrió con la de la OTAN, NATO para los finos, hace ya no sé cuántos años: un millón de gentes en las calles de Madrid y el gobierno posterior lo enderezó bien enderezado sin que nadie pestañeara. También recuerdo el gozo de la autosatisfacción victoriosa que acompañó a aquella histórica movilización antimilitarista. No vale bajar la guardia, valga la expresión para este caso.
Ciertamente ayer se juntaron mas cosas que no solo
lo que las mujeres decían llenas de razón, hubo una cierta acumulación de fuerzas, compendio de varias cosas y causas, que ahora no pormenorizaré. La inequívoca movilización por el 8M en todo el mundo, pero concretamente en España, que parece que fue el país donde mas brilló, dio lugar a que se catalizaran
múltiples descontentos hacia el gobierno del estado (de las cosas) que no tienen exclusivamente, siendo cierta, la razón de la pura desigualdad de género, la injusticia con respecto a la mitad de la humanidad que son las mujeres.
Por eso, porque había más cosas, sin quitar mérito a la movilización de las mujeres, creo que ayer hubo tanta gente que por la tarde se sumaron a un
acto, digamos, de orgullo civil completo frente a la realidad obstinada. Pero no creo que hoy nos levantemos feministas por el arte del birlibirloque.
El
problema viene a residir por tanto, visto de forma autocrítica y persistente, en
que las causas, por justas que parezcan y por las que se lucha solitariamente, difícilmente son
capaces de aglutinar por sí solas una masa crítica que espolée el fondo de la
parálisis de una sociedad civil, notoriamente adormecida ante tantos hechos de desigualdad e injusticia generales y rampantes.
La reivindicación de las mujeres no puede
tener contrarios porque es de tan grande evidencia y de tan honda su injusticia histórica que hasta Rajoy, poniéndose un lazito, o el patriarca de Roma, en una de sus homilías, lo pueden suscribir. Pero mañana, al menos en España, el tema principal volverá a ser el niño
Gabriel, con todos mis respetos por el dolor en las desapariciones, y lo veremos ya convertidito en uno más de nuestros
realities shows de consumo popular. Píldoras, como el fútbol, los toros menos, del mayor adormecimiento.