viernes, 12 de enero de 2018

El viaje y el ventero

mañana boreal
 El viaje y el ventero
El ventero, aunque habitador del campo, no ha pasado generalmente sus primeros años en el campo, ni ha sido gañán ni hortelano, ni ayudado de un modo o de otro al cultivo de la tierra. Por lo regular, fue en su juventud soldado o contrabandista, esto es, hombre de armas; y si no nació con temperamento belicoso y bajo la influencia del planeta Marte, fue sin duda en sus años mozos, calesero, arriero o corredor de bestias, que el vulgo suele llamar chalán.
El Duque de Rivas, El Ventero, 1851

el viaje por la luna después del astronauta
- Tú sabes lo que le queda a Jacinto cuando le quitas el cinto?
Pues que se le caen los pantalones, respondo sin pensar.
- Tontín, me dice. Ja, eso es lo que le queda: Ja!!
 Esta es la locuaz andanada con la que se despacha a gusto Esteban, el ventero de la alborada decembrina, serrano, después de dar los malos buenos días mientras otro parroquiano, un poco más madrugador, ya se acurruca en la esquina opuesta de la barra, frotándose las manos. 
Cierto que diligente ya se había puesto a hacer mi café, tan pronto me ve aparecer por la puerta de la calle Compañía con mi gorro ruso y cargado con mi ordenador, cuando al volver del baño, que es lo primero que hago al verle la jeta, me lo encuentro ya servido en mi mesa de costumbre (el café) junto con el coprófilo periódico de la mañana. Dando la bona nueva, aparece la oveja negra en el rebaño del PP, Rato, como si las otras fueran inmaculadas.

Rato, quiero decir que pasa un rato
Tras esta primera andanada sin daños, Esteban está bien dispuesto para todas las siguientes que pudiera lanzar, pero ya no le doy pie a ello porque me siento mucho más aliviado después de bajarme los pantalones (no Jacinto del Ja) y ponerle un telegrama delicado a la In fanta Naranja. Sabe que este menda también tiene el gatillo rápido y la lengua afilada. Lo dejamos así.
Lo cierto es que Esteban siempre está a punto, al quite, con la escopeta cargada, dando conversación a diestro y siniestro, aunque ahora no tiene siniestro ya que el de la esquina dormita por momentos junto a su carajillo. Son las 8 horas y 4 minutos, 2 grados bajo cero.

Atento a Esteban
Luego, pasado un tiempo muy poco prudencial, ya lo tengo pegado a mi mesa para retirarme el servicio, es muy servicial, en exceso... Le estoy echando un vistazo a la prensa, más largo de lo que quisiera: me gusta la retranca gallega de Jabois y la lengua cirujana de Trueba, junior. Es que Esteban y yo estamos poniendo el ordenador a punto y me demuestra una pericia en esto extraordinaria:
- Échate pallá galán, que verás cómo se hacen las particiones para poder aislar ese cluster de los cojones que te está jodiendo el orto.
Es mucho más sutil el ventero, lo sé, pero lo estoy exagerando para la ocasión. Se saca de una petaca que porta al efecto, cual si fuera cartuchera de pistolas, un pen drive verde escogido entre los muchos y dice:
- Esto es como el bálsamo de Fierabrás, se mete en el momento del arranque, pisas el anterior y te pone al día el ubuntu. Pero antes salva todo, advierte.
En esto me demoro...
Esteban es ingeniero informático, no lo dudo. Yo hubiera estado toda la mañana petardeando con la máquina y él me lo reconduce en un plis-plas. Ni me entero, me la ha metido doblada, cabrón.
Hay más anécdotas de Esteban, esa misma tarde me lo encuentro por azar en el autobús urbano n. 11 que conduce a Buenos Aires (barrio) y me habla de la apps del móvil para anticipar el paso de los autobuses por sus paradas y no tener que esperar en ellas, pasando frío que te cagas en la capital charra, a principio de este año del señor de 2018.
Esteban, al parecer, es de familia de buhoneros choriceros de Candelario. No es belicoso pues me confesó que trampeo para no ir a la mili.
NOTA. Si el ventero no es de los choriceros lo hago, acudiendo a la regla de la vehemencia y en uso de la libertad creadora (sic)