El día de los santos inocentes el lechón se comió un
cabrón, el cabrón no dijo nada.
O bien digamos, el cabrón se dedicó a la mamandurria, lo que hizo con alevosa deleitación.
Ricas mollejas se jincó el guapo barón rampante.
Nos cuenta el cronista que fue, nada menos, el duque de
Mallorca, mas yo creía que era tan sólo de la ciudad de Palma (le vi yo la la placa al lado de El Borne)
Pero no, tenía que ser toa la isla para él, el esbelto varón, el barón empalmado con la pelota
en mano.
Y aún hay mas.
El dueño no creía verse digno ante tan ilustres visitantes.
Dice cronista que reaccionó con estupor. ¿Será que sería estupefacto, absorto, impresionado, incrédulo... ?
¿O se anticipaba visionario a los aires del atraco?
Y de postre arroz con leche.
Y el regalo del posado de la foto.
(Seguro
que encima se fueron sin pagar,
un simpa de tahur handboléico)