El acriticismo militante es
nefasto, no ya para la izquierda, sino para el propio pensamiento político. Ahora
echaba mano de Isaiah Berlin, el pensador que nos apuntaba que el paternalismo puede crear las condiciones
de la libertad, pero niega la libertad misma.
Si dejamos todo en manos de un
padre provisor y protector, este conseguirá un hijo malcriado, feliz y
eternamente inocente, pero no conseguirá convertir a su hijo en un ser verdaderamente
libre.
Igualmente, decía el referido I. B.
que (…) la libertad, para que no quede en
retórica hueca, exige la ausencia de la intimidación o de la dominación del
poder.
Ser libre no es nada, pero hacerse libre supone el mismo cielo.
Sin embargo preferimos que nos
den pan y nos sigan llamando tontos.
El actual acriticismo se manifiesta
con claridad en la complacencia indisimulada con la que el poder de las llamadas
mayorías mira la situación abiertamente injusta e insostenible que el mundo vive
y que ya todos conocemos. En los ámbitos donde mejor podemos intervenir o hacer
llegar nuestra voz la situación no puede sustraerse a este hecho y se perciben
las renuncias porque, aunque no nos falta de nada, somos más esclavos que nunca.
Reduciendo la escala, llegamos
mismamente a nuestros hogares, a nuestro trabajo, a nuestra actitud como
consumidores y ciudadanos, a nuestra responsabilidad como padres (los que lo
fueren), a nuestras deudas contraídas con los bancos, etc. etc. El trabajo, si
lo hay, será más precario e inseguro que antes, consumiremos más mierda en el
plato y… también en el parlamento. Abandonaremos este mundo con una gran irresponsabilidad
para con nuestros hijos, los bancos seguirán al mando del negocio y de
figurantes los políticos.
Todo parece atado y bien atado,
la política, concebida como servicio, como mandato popular, es ya arqueología
de la modernidad. Todo lo que creíamos que valía se fue desdibujando, se
privatiza, se mercantiliza obscenamente, a la manera menos liberal que es la
“neoliberal”
No podemos dejar las cosas
importantes en manos de esta versión cutre de la clase política, que en el
mejor de los casos, en nuestro sistema de libertades políticas, tienden
compulsivamente a confundir al ciudadano con el votante y a este con el
consumidor. No somos peces del caladero electoral que una vez obtenido lo que
quieren, eso que para ellos es un cheque de gobierno, se largan a la
estratosfera o a jugar a los cromos. Como decía aquél en otro contexto y
perdónenme por la comparación:
“Prometer hasta haber metido, una vez metido, nada de lo prometido”.
Sin ser crítico, sin reflexión,
no se puede ir a ningún lado, algo en el estanque se pudre y se reproduce lo
peor.
Hervás 16 de diciembre
de 2007