El hombre no vive porque crea en algo,
sino porque no pierde la esperanza.
El instinto de la vida lo protege, como cuida de cualquier animal
-V. Shalámov-
Unas veces vemos y otras nos quemamos.
La energía vital que disponemos es una dación a cuenta; no nos corresponde apropiarnos de ella.
De hecho, somos fruto de una brutal casualidad, de nada sirve nuestra persistente y egopática resistencia al olvido.
Querer ser alguien, ser reconocidos, nos obliga a caer en el pozo ciego del Ego.
Y es cierto. Había oscuridad antes que la luz nos asomara y volveremos a aquella después de pasar por el chispazo que llamamos Vida. El océano de la oscuridad es inmenso, nos envuelve de forma irremisible.
No sufrir por ello.
No sufrir por ello.
¿Para qué malgastar esa preciosa y precisa energía, casi instantánea, que disponemos en degradarnos mutuamente, en querer alterar lo que no nos corresponde? ¿Para destacar, para imponernos? ¿A qué, sobre qué?...
Apreciar la desnudez de la sombra que nos da forma mientras hay vida y nos recuerda lo que somos sobre la berroqueña roca inerte.
Apreciar la desnudez de la sombra que nos da forma mientras hay vida y nos recuerda lo que somos sobre la berroqueña roca inerte.
Supongo que hay muchas cosas que no dependen de nosotros, que tendrían que fluir claras como el agua que pasa por ese puente congosto del enero tormesino; sin embargo, la gran estupidez humana no deja de demostrar diligencia y habilidad en grado sumo para taponar o cerrar estas vías.
No ha pasado ahora: siempre.
No tengo fe en la historia, pero no pierdo la esperanza por este fogonazo.
No ha pasado ahora: siempre.
No tengo fe en la historia, pero no pierdo la esperanza por este fogonazo.