Garranzo, una de las aldeas abandonadas de Enciso, quedó sin almas a finales de los años 60. A su hayedo vinieron a repoblar una bandada de loros cojos que resultaron ser anthropófilos. Está mal decirlo pero este mozo felón quedó prendado de me. La separación fue muy dolorosa.
Yo le dije que le haría un rosario con sus dientes de marfil.
Él me replico que con mis ojos pendientes de bola me haría.
Garranzo |
Prima vagada arribo a la aldea,
el ochenta empezado,
noche fuera, estrellada,
a pernoctar vime obligado.
Las almas que lo habitaron
sus enseres dejaron,
casas vacías silentes,
ropas usadas, frascos,
corrales desamparados
cuadras de ciemo llenos
y útiles sin dueño.
Del camastro en el que dormí
amanecí pulgado,
prima lección del aventurado.
"No duermas en camastros abandonados,
apodéransete sueños ajenos
y amanecedes pulgado".
Por la mañana frotéme mucho en la cascada
y la ropa espulgada, desayunado.
Monté al hayedo somero
siguiendo merina cañada,
me quedé atónito atóntito
con los loros de Phasis que lo poblaban.
¡Felices aves del paraíso fugadas!
Una fuente garagantúa borbotoneaba,
ya rauda la primavera clara.
En el alto avisto Valdemoro
un hito con epigrama.
la muga de los pueblos, mudanza
que los ganados marcaba.
Corrillos de senderuelas
y prímulas que lo rodeaban.