viernes, 8 de junio de 2012

La ternura de las cerezas, homenaje a Valentín

Cada cereza ha recibido el cariño de muchas manos
Ha días que el cerezo 
esperando anda
su entrada libre
por la casa...

Candorosa por la casa,
sonrojadas cerezas,
fuente de sorpresas,
y alegrías sin tasa.
Ambrunesas de mambrú
navalindas del concejo
burladas con pendejo
castañeras de karum

"Somos pobres 
señor flautista,
somos pobres
como artistas"
Soplagaitas de mediopelo
alunizados alucinados
tahoneros buhoneros
diégolos cerezudos,
espirituales y espiritistas.
Ay!  canelas y canelo...

Somos Ricos 
en sonrisas,
mérito grande
lo hacemos sin prisas.
Algo tántrico
mea Gus-Tao,
bien se encarama
el Juli callao,
algo fláccido
la Justicia llena.
Ay! Maitetxu mía,
y la Verdad verdadera,
más delgada que cualquiera.
Quien los tiene largos,
quien los pone cortos.
Pero tenemos a Dante
y también está Petrarca.

Que nos tupimos 
de cerezas. Si!
Que no engañamos 
sinvergüenzas. No!
Que las cogemos 
y las amamos.
Claro que si!
con divina benevolencia

...En el caso de nuestro diegoló particuleur de una sóla mano, la otra la tiene tonta (la izquierda)

Este corruptor de menores muestra su arte de prestidigitación
(con la derecha, más dos en la bolsa)
Ahora toca Valentín, Valentín Ginés, y la huella que dejó en esta población mosaíca este personaje simpar, converso y masón. Autor del primer best seller de la editorial "Las Esquinas" que lleva por título La ternura de los cerezos, arrancado íntegramente de las entrañas del pueblo y de una imaginación tan desbocada como enferma.

Afrontaremos  la crítica a su obra y a su figura como una magna penitencia autoimpuesta para que no se evapore su recuerdo evanescente.
Un día de invierno abandonó su guarida delictiva para ir a comprar tabaco (aunque siempre fumaba de gorra) y ya no volvió aparecer. Nadie reclamó su desaparición, esto hace unos diez años, nadie ha visto su cuerpo, ninguna imagen, ningún suceso...
Diegoló hubiera sido su discípulo preferido.

(en construcción)