miércoles, 16 de marzo de 2016

Remandarinas


 
  1. MANDARINAS

La coproducción estonia-georgiana Mandariinid (Tangerines, 2014) fue una de las cintas nominadas en la categoría de Mejor Película de Habla no Inglesa en este 2015, amén de serlo también para los Globos de Oro. Con esta historia Zaza Urushadze consiguió la primera nominación al Oscar para el cine estonio. Con un relato lineal en lo argumental y lo narrativo, raso, sin artimaña alguna; apelando a eso que a veces parece olvidarse en el séptimo arte: contar una historia. Un humilde alegato antibelicista, palpable desde el primer minuto, pero que quizá se entienda mejor como una fábula sobre la bondad del ser humano en contraposición con su naturaleza violenta. O posiblemente, tan solo una parábola sobre la naturaleza del ser humano, para que cada uno determine de qué pie cojea nuestra especie.
Desde nuestra atalaya en el Cáucaso observamos, al son de una suave melodía folclórica punteada con lirismo (banda sonora a cargo de Niaz Diasamidze), la estupidez de la guerra. En una aldea prácticamente abandonada, en apenas hora y media, el realizador estonio expone, tirando de términos estadísticos, sus conclusiones generales para todos los enfrentamientos a partir del estudio de una muestra. Un par de casas, un par de amigos, un par de heridos, un par de bombas y unas cuantas aves de paso configuran las variables de un microcosmos que detalla una barbarie universal. No hay evidencia científica alguna que reconozca que somos violentos, parece exponer Urushadze. Pero el interrogante que proyecta Mandariinid es otro: si el hombre es malo por la evidencia de sus conductas (violaciones, homicidios…) ¿Cómo interpretar los axiomas contrarios que suponen los actos de indulgencia, caridad, amor y conciliación? Esa incógnita está supeditada en el filme a la evolución de los personajes (en especial la de ambos heridos) y al juicio que emita el espectador una vez los créditos se superpongan al plano general final.
Ivo es un personaje que en su laconismo se erige como un animal interpretativo que, sin alzar la voz, clama por un mundo menos irracional. Carga con un pasado sombrío, casi hermético –salvo por una foto de su nieta–, que el espectador no descubrirá hasta el final. Parece atormentado, en comunión con el paisaje que le rodea. Hasta el último suspiro no descubriremos cual es el motor de sus actos, no sabremos donde se asientan sus principios. Es, precisamente, en ese héroe donde reside el secreto de Urushadze, que cuenta una historia humanista sin asomo de análisis políticos o causales; pese a exponer, tanto el checheno como el georgiano, los motivos que les llevaron a coger las armas. Filmada con una templada puesta en escena, sin atisbo de artificios y pirotecnias, al punto de tirar un camión por un barranco y alegar Ivo, tras la sobriedad del suceso y la ausencia de explosión, “el cine es un gran engaño”. Un ejemplo de la sencillez de los trazos a pesar de la tensión narrativa. También es cierto que hay elementos que rozan algo más que la canónica excelencia, como la citada banda sonora o la interpretación de Lembit Ulfsak. Todo suma.
Cineclub de Hervás, sesión 11-2-2016

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