Asturias, noviembre 2011 |
O castañeros, no me refiero al grupo de castaños, castañeda, castañeu, castañeira, castañar, ni a los cosechadores, los que apañen les castañes, sino a quienes las venden ya asadas.
Los amagüestos son las celebraciones de la cosecha de la castaña que, en algunas regiones en otros tiempos, constituían una de las bases de la alimentación humana y animal. Donde el castaño es rey, sobre todo en el noroeste y la cornisa cantábrica. También en zonas del sur, desde luego.
En Asturies se mantiene muy viva la tradición del amagüestu porque coincide con el mayado de la manzana y la disponibilidad de sidra dulce, ¡zumo natural de manzana sin fermentar, glikó glikó!, con lo que se enriquece notablemente el valor organoléptico, como dicen los gastrónomos, del evento degustatorio castañil.
Creo que la confluencia mística de ambas delicatessen, delicias astures, hace del amugüestu asturiano el más rico del país, modestamente. Bocatto di cardinali. Marron glassé del instante.
Soy de una tierra, el comienzo de la meseta, donde escasean estos poderosos árboles que están desapareciendo también de su nicho natural, abandonados, enfermos, malogrando sus cada vez más escasos frutos para el engorde de jabalíes libertarios, que mueren obesos de vieyos porque sólo los puden matar los cazadores con pasta.
En todos los pueblos que rodean Astorga y la vega del Tuerto, ya en la meseta, que cuenten con algo de monte, encina y roble, hay castaños de muestra, pero satisfacen apenas el consumo de algunas familias y su ausencia o escasez explica también la falta de tradiciones en torno a la castaña.
Pero somos vecinos, el norte de León donde hay más, de los asturianos y, en el oeste, la Cabrera y el Bierzo, que yo llamaba Castañierzo precisamente por su abundancia, de Galicia que, con Asturias creo que son las zonas más castañeras de la penénsula.
Por abajo no los encontramos en abundancia hasta el sur de Salamanca y el norte de Cáceres, pero de esas regiones no soy geomántico, no las conozco lo suficiente. Que me desmienta y me ayude mi amante amigo Carlos el bolche.
Los primeros amagüestos que viví fueron los bercianos. En primer lugar la recogida era una labor que implicaba a todas las familias. Se iban cosechando y consumiendo ya desde que empezaban a caer en octubre, pero el fin de semana clave todo el pueblo estaba entregado a ese menester. Olían las calles a castaña, un pueblo minero del alto Bierzo donde el olor dominante durante todo el año era el polvo de antracita, y eso que lo rodean montes de retama, urz, piornos como les llaman ellos y toda la gama de aromáticas, oréganos, tomillos, lavandas...
Se conservaban en el lugar más seco del desván, o en los hórreos donde los hay, extendidas para evitar pudriciones. Así llegaban hasta el verano. Una vez secas, muy duras, se llaman pilongas.
Las pilongas conservan todos los azúcares y gran parte de su poder nutritivo. A los niños nos daban un par y las chupábamos como si fueran caramelos hasta que se hablandaban y las podíamos masticar. Eran una golosina y un alimento.
Pero la importacia de la castaña en la alimentación humana es más que un juego de niños. Al principio, lozanas y cargadas de humedad, se consumían crudas y ante todo asadas. En el monte o el patio de casa en una hoguera de leña, y en el interior en la cocina de suelo, el hogar de la matanza, en el horno de las cocinas económicas de hierro o directamente sobre la chapa de éstas, a menudo cubiertas con la tapa de una cacerola. Y cocidas.
Durante todo el invierno y parte de la primavera muchas personas cenaban castañas cocidas. Recuerdo todavía, aquí en Asturias, a Jesús, el abuelo de mi amiga, a finales de los 70 y hasta el 90 que murió con 91 años. Vivió solo desde los 60. Durante esos 30 años, y sospecho que antes también, cenó cada noche una potina de casteñes cocíes y un tazón de leche fresca. De finales de octubre hasta mayo.
Los excedentes los aprovechaban los gochos directamente. Nada se perdía porque hasta los erizos/oricios se aprovechaban para encender o alimentar el hogar.
Y vuelvo al Tuerto y a los castañeros. Con madre berciana mi familia traía les castañes de su tierra y hacíamos el amagüesto en el monte en una fogata de leña. El resto del invierno en la cocina, y cocidas enteras, con corte, no peladas como las hacía Jesús y en Asturias en general. Con un puñadín de sal.
Pero lo prestoso era comprarlas al castañero, Riancho, que era heladero por el verano, y muy bueno.
En invierno algunos días salíamos del instituto ya de noche y marchábamos a los pueblos vecinos en bicicleta. Hacía un frío mongol. Por dos pesetas te daba un cucurucho de papel con 6 u 8 castañas que las metías en el bolsillo y llegabas a casa con las manos todavía calentinas y el sabor seco, fragante y tostado en la boca.
Riancho las asaba en una de aquellas locomotoras negras que imitaban a las máquinas de vapor antiguas del ferrocarril. Tenían bandejas a distintas alturas de las brasas según el grado de tueste. Y un reservorio para que las ya hechas se mantuviaran calientes sin perder más agua.
Todavía se ven, aquí en Oviedo incluso. Donde, por cierto, las primeras castañas que llegan de venta al público suelen ser las bercianas, región que ha conservado con Galicia las tradiciones, porque cuidan las castañares, y ellas les reportan un beneficio apreciable, en estos tiempos de penuria más necesario.
La mayoría de las labores del monte, el picón, la recogida de leña como combustible, las castañas o las bellotas, se han ido abandonando, con lo que el monte no se limpia y el matorral ha ido invadiendo las tierras que hasta ayer fueron productivas. Los fuegos se multiplican y desertizan el territorio.
Acabaremos esfocicando y focicando como gochinos buscando les castañes si el hambre aprieta, pero ya no quedarán castañeos, nin castañes...
Salud, calor y castañas.
Ramiro.
Amagüesto,
ResponderEliminarquiero que leas esto.
Me retracto de lo nuestro.
Una fecunda amistad
y puesto,
hermanémonos,
si no lo estamos ya
No semos ná
ResponderEliminarY el resto,
amigo, la castaña,
se la lleve la guadaña
presto
o le aproveche
al marrano.
Sola o con leche.
Que así sea, hermano.
El monje.
Y que más amigo,
ResponderEliminarla castaña,
si tú de ella
no vas provisto.
En la majada
del chaqueta larga
aún queda rescoldo
dulce de la brasa