sábado, 5 de noviembre de 2011

"El ojo del amo engorda la vaca"

Bueno. Hay varias cosas aquí. En primer lugar respondiendo a la entrada anterior: 1. "virgencita, virgencita, que me quede como estoy" que sería replica, y 2. El "ojo del amo engorda la vaca" que sería contrarréplica. Todo en una.
  • Oiga Vd, perdóneme, yo a Vd. no le conozco de casi  nada. Tan sólo, creo recordar, que hemos comido una vez juntos, si bien es cierto que bien regado y fumado aquel cordero pascual. Que empatizamos, sí, y hablamos largo, por ejemplo, de los episodios de Galdós (Arapiles, etc.) y, sobre todo, la lección magistral que dió, por prolija e incluso útil, de su vasto conocimiento en la música griega, el cual superaba al de los nacionales (griegos) allí anfitriones y bien representados. Y no sé si alguna cosa más. Lo que si es seguro es que no llegamos a la cama (no es desacartable). Acabamos, Vd. se fue al norte a su covadonga irredenta, y yo al sur, a mis extremos conquistados. Pues sí, la frase lapidaria del final es mía, no tengo constancia de haberla copiado, aunque puede ser puesto que no tengo ni una sola idea original y he aprovechado siempre para beber de la fuente que más me ha convenido. Además, me gustan las frases lapidarias porque no le dan opción, o la limitan, al previsible discurso contrario, obligando a una reacción forzada. Bien, todo esto, es un ejercicio más de cinismo, o sea, una broma, para que ahora se ría. S´agapw.

  • La contrarréplica, la que tenía pensada. "El ojo del amo engorga la vaca".  Decimos que el refranero incrustado en el saber popular, y por tanto en el habla popular, contiene un compendio, a su vez, de saberes en relación con la visión práctica de la vida, pero también contiene cociencia implicita. No, es la buena alimentación la que engorda la vaca. Pero... sí, es la atención del amo, en una esfera superior, la que aporta sentido y unidad al proceso elemental de la vida

1 comentario:

  1. ¡Qué rápido se olvidan las fatigas de la pasión!, no las recordarás, pero no te hagas el estrecho que hubo mucho más. No soy amigo de airear intimidades pero no me obligues a poner las cartas bocarriba, como Elitis.
    Sobre la Asturiana de montaña cantaba mi abuelo Serafín un caciu que traja cuando estuvo de joven en Piloña, la tierra de m morena. Decía:

    Si vas a Campu de Caso
    Has traeme una casina
    no me la traigas muy grande
    que la quiero piquiñina

    En algunos sitios, coyuntural o estratégicamente, los paisanos adelgacen les vaques, para que no se les despeñen por esos praos pindios.

    Salud, Judas, no me susurrabes lo mismo al oyíu!

    El monje.

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