Tras obtener la licenciatura cum laude en desempleo, doctorado en precariado y sendos máster en infraempleo y mierdaempleo, puedo afirmar sin ningún género de dudas que lo que se llama el mercado laboral en España es el mercado menos profesional de los posibles, igual que el mercado de la política profesional. Los méritos se convierten en deméritos. Y viceversa.
Porque al fin y al cabo para qué esforzarse, bien se puede aspirar a lo mismo, o mejor, en el plano laboral sin recurrir a tanta tontería de estudios. Se podía haber evitado todo ese dispendio económico invertido por las arcas públicas en nuestra añeja y humanística formación, que para nada sirvió, una vez que nos hemos persuadido de que su mejor uso sería haberlo entregado directamente y sin rubor a todos esos magníficos titanes de las buenas y raudas manos, esos lumpenministros y presidentes ejemplares que por fortuna nos hemos dado para gobernarnos.
No pienso en nadie en particular, sino más bien en todos en particular, desde la A, de Aznar, hasta la Z, de Zaplana. Uno, con vigorexia, y otro padeciendo leucemia, el pobre. Cubren todo el abecedario.
Griten conmigo: Viva España! Larga vida a los patriotas que nos gobiernan! Y el resto, del rey para arriba, que se sigan frotando las manos.
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